28 Sep El poder no lo mueve todo
Entrevista realizada para la serie Mujeres y poder del canal once de televisión. 30 de septiembre de 1999.
-Mi madre es una mujer muy interesante, muy cosmopolita, muy moderna. Recuerdo que le gustaba mucho ir al teatro, ir al cine, le gustaba que la acompañara al teatro y era muy permisiva; yo le decía a veces que tenía que quedarme a estudiar y ella decía que mejor nos fuéramos al teatro, que de todas maneras iba a pasar (de año).
Siempre trabajó.
La recuerdo como una mujer trabajadora y como una mujer contemporánea, muy involucrada en las cuestiones de los jóvenes.
Quizá una mujer muy avanzada para su época.
¿En qué trabajaba?
Trabajó en muchas cosas.
Ella estudio hasta segundo de medicina, trabajó en alguna etapa en hospitales como administradora, trabajó en bufetes jurídicos como secretaria ejecutiva y un poco también como auxiliar de abogados penalistas, le gustaba mucho el derecho penal; y todas esas series policiacas infinitas, todas las novelas de Perry Mason, de Mike Hammer, de Agatha Christie, formaban parte de la biblioteca de la casa de mi mamá.
¿Y tu padre?
-Yo fui una hija tardía de mi padre.
Él era un poco -supongo- como el abuelito de algunas otras personas.
Yo fui su hija última, éramos muy amigos, un hombre muy singular, muy igualitario.
Mi padre fue marinero y, como fue marinero, el aprendió a hacer por sí mismo todas las cosas.
Él y yo vivimos solos una larga temporada, a mí me tocó acompañarlo en la última etapa de su vida, antes de que se casara por “n” vez. En esa etapa en que vivimos solos -y esto lo describe completamente- yo iba en la primaria y cuando me fui a vivir con él, me dijo:
“A ver, Beatriz, vamos a ponernos de acuerdo, a ti te toca hacer de cenar un día, a mí me toca el otro día; a ti te toca tender las camas un día, a mí me toca tender las camas el otro día. Tienes libertad de hacer todo lo que quieras, siempre y cuando traigas de promedio 10”.
Era, en ese sentido, un hombre muy sabio.
Yo creo que mi padre era un hombre sabio.
¿Tu padre estaba involucrado en política?
-Sí.
Mi papá fue un dirigente cooperativista importante en el puerto de Veracruz.
Vivió muchos años en Veracruz, y siendo de origen tlaxcalteca, de una familia campesina indígena muy numerosa, se fue (vendría siendo de bracero) a Veracruz, porque en la época en que él fue adolescente o joven, el punto de desarrollo más importante para el golfo era el puerto.
Y pasó de campesino a marinero y de marinero a dirigente de los marineros, y de dirigente de los marineros a fundar una cooperativa con los marineros, y después, esta cooperativa manejó los barcos de transporte de pasajeros -los únicos que hacían las rutas del golfo.
En esa época no se podía llegar a Yucatán por carretera, se llegaba por mar o por tren; entonces era más fácil trasladarse en barco y ahí hizo carrera en el movimiento cooperativista y en el movimiento social y fue político importante, destacado en esa corriente social.
Llegó a ser senador por Tlaxcala, pero después algo le pasó, algo profundo le pasó, de introspección, algo que nunca platicamos, y cuando yo lo conocí ya había regresado a ser campesino.
Tenía una tiendita chica, -un estanquillo, se dice en los pueblos- en una esquina, con un mostrador azul rey todo desvencijado y mi papá se ponía a atender la tiendita.
Él tiene una casa muy grande, y, en fin, otras cosas en el pueblo, en Tizatlán, y le decían: “¿por qué no se van a vivir a tu casa?”
-No, así estoy bien.
Algo le pasó en su vida, como que hizo un circuito completo, que lo llevó a valorar cuestiones mucho más esenciales, más elementales que las vinculadas con el oropel superficial del ejercicio del poder.
Yo creo que eso sí me influyó. Me tocaba vivir una época con mi mamá y otra época con mi papá.
Mi mamá vivía en el Distrito Federal, entonces vivía yo en la ciudad, y mi papá en Tlaxcala, entonces vivía en Tlaxcala. Fue interesante porque me permitió comprender los dos mundos y con un lapso breve enfrentar situaciones muy distintas.
¿Recuerdas que de niña te interesara lo social o la política?
-Me interesaba el dibujo, la pintura, la declamación, la música y era yo una verdadera traviesa -hay un adjetivo peor- pero era yo verdaderamente una niña muy traviesa en la escuela, verdaderamente traviesa, me expulsaron de niñita.
Ah, ¿te llegaron a expulsar en la escuela?
Me llegaron a expulsar varias veces. Me expulsaron en segundo de primaria, imagínate.
¿Pero qué hacías para que te expulsaran?
-No, no, no, ya sabes, la autoridad siempre es injusta.
En segundo de primaria fue muy chistoso, porque mi expulsión fue derivada de un “fraude electoral”, según yo.
Hubo un concurso de reinas y teníamos que salir a vender votos a favor de la escuela para que lo que se sacara sirviera para hacer cosas de la escuela, y yo creí que las reglas del juego eran que tú tenías que convencer a la gente para que votara por ti y entonces te comprara votos a favor de la escuela (equipar un salón, un laboratorio), y. resulta que no, que la niña que ganó le dijo a su papá o a su mamá que le comprara muchos, entonces a mí me pareció absolutamente injusto, porque consideré que fue muy inequitativo y que si hubiera sabido que los papás podrían comprar, pues le hubiera dicho a mi papá. Total, algo hice que fue muy cuestionable.
¿Reaccionaste, hiciste una rebeldía o qué?
-No. Protesté, dije que era un triunfo injusto, que nos hubieran dicho. Esa fue mi primera expulsión. Tengo una larga serie de historias así.
¿Pero tenías buenos resultados en la escuela?
-Muy buenos resultados en la escuela, en general fui una alumna destacada en términos de calificaciones.
Pero dime una cosa, ¿cómo era tu escuela? Las mujeres de tu generación muchas iban a colegios de monjas, ¿fue tu caso?
-No. Yo fui como a 10 escuelas, porque iba a una escuela cuando vivía con mi papá e iba a otra escuela cuando vivía con mi mamá, luego iba a otra escuela cuando me tocaba regresar.
Ya cuando tuve una historia escolar mucho más regular, fue en Tlaxcala, en Huamantla, un sitio donde viví mucho tiempo y que me influyó definitivamente.
¿Por qué?
-Porque es una población en donde la gente todavía se atreve a soñar.
Los huamantlecos concentran mucho de su esfuerzo por organizar la Feria de Huamantla, que es trabajar todo un año, ilusionarse, organizarse, para que una noche se cubra toda la ciudad de tapetes de flores y de aserrín de colores, con el único objeto de que la gente los disfrute y los vea, y eso dura una noche, para que salga la procesión de la Virgen.
Y es un esfuerzo, toda la gente se vuelve artesana y hace cosas, entonces, es una población donde hay una serie de anécdotas, de sobrenombres a la gente, una familiaridad jocosa. Fue determinante en el estilo de mi carácter.
¿Te gustaba la escuela en medio de todos estos vaivenes y de que eras buena, pero rebelde?, ¿te gustaba?
-Me gustaba, y me gusta comprender, me gusta entender la razón de las cosas, me gusta entender el sentido del movimiento, en general fui una alumna con buenas notas, pero, además una alumna interesada en los temas, buena amiga de mis maestros.
¿Tú recuerdas de niña, haber sentido que había un trato distinto a niñas y niños?
-Sí, cómo no.
Yo recuerdo de niña, cuando viví en mi pueblo, en Tizatlán, que había un trato muy distinto entre niñas y niños.
Las niñas teníamos otras materias, otras actividades, si nos gustaba jugar otros juegos “más toscos” ¿qué pasó?… desde luego.
¿Qué te provocaba, te daba rabia, te daba envidia, te gustaban los otros juegos?
-Mira, ni me daba rabia, ni me daba envidia, sino que aprendía los otros juegos y les ganaba.
Para qué me enojaba. Lo que importaba era: si dicen que las niñas no podemos, mejor demostramos que sí podemos.
De la música a la política
¿Cuando decides irte a estudiar, dudaste entre varias opciones, cómo lo decidiste?
-Yo decidí irme a estudiar música, en la secundaria pensé que iba a estudiar literatura (letras), estaba convencida de que quería estudiar literatura. Y después pensé que necesitaba aprender a escribir, pero lo que quería escribir eran cuestiones sobre la conciencia humana, sobre la sociedad, entonces pensé que debía estudiar filosofía y letras. Siempre andaba oscilando entre letras, filosofía, música -música, de manera muy preponderante.
Yo hice la secundaria en Huamantla, después hice la preparatoria en México, después regresé a Huamantla y terminé la preparatoria en Huamantla y me fui a estudiar a Jalapa, al Conservatorio.
¿Pero te imaginabas compositora?
Fui compositora.
¿De qué música?
-De música clásica. Quería estudiar composición musical clásica.
¿Qué desencadenó la decisión de dejar lo que aparentemente era una vocación muy fuerte?
Es una vocación. A mí la másica me encanta. Yo sé que parezco una gente política, política, política.
A mí me pasó algo, que supongo le debe pasar a muchas personas:
Mi vocación no estaba a la par de mi personalidad, yo tenía una personalidad política.
Había sido jefe de grupo en primero de secundaria, en segundo de secundaria, en tercero de secundaria.
Había representado a la generación en la secundaria.
Fui la representante de la generación en la preparatoria.
Había ganado un concurso estatal de oratoria, había quedado en segundo lugar nacional; o sea, tenía una personalidad política (yo no me daba cuenta).
¿Y qué fue lo que ocurrió cuando decidiste que había esa personalidad, que por otra parte había esa vocación y que preferías irte por el otro lado?
-Cuando yo me voy a estudiar al Conservatorio y también me voy a hacer el tercero de prepa allá, al mes era yo representante del grupo y a los dos meses ya era yo representante de toda el área de ciencias sociales, y a los cuatro meses había un movimiento estudiantil.
Dije: “Bueno, Beatriz, tu asunto es la política”.
Entonces decidí cambiarme de facultad, me vine a México, me vine a estudiar ciencias políticas (sociología), de todos modos ligada con el tema de la sociedad y ya me involucré mucho más directamente en las tareas estudiantiles, agrarias, con las que estábamos vinculados en Tlaxcala.
Una carrera meteórica
Beatriz, me estabas contando, ¿cuándo fue que conociste a Echeverría, ¿cómo es esto que de jóvenes se encontraban a los presidentes?
Bueno, no todos los jóvenes y no a todos los presidentes.
Te decía que el movimiento agrario y el movimiento estudiantil en Tlaxcala estuvieron muy ligados, muy ligados quiere decir, realmente los estudiantes jugaron un papel relevante -coordinados con los campesinos en la etapa de los setenta- en el reparto de tierras y además de ello yo participaba en concursos de oratoria: en el Concurso Nacional de Oratoria de El Universal, que era un concurso de oratoria muy famoso, y fui electa por Tlaxcala.
Los primeros lugares del concurso acompañamos al Presidente Echeverría a una gira a Baja California Sur y yo decidí ir porque quería gestionar una cosa para mi preparatoria, que no tenía edificio, y una cosa para el ejido de Huamantla.
Dije: “voy, conozco Baja California, pero en algún momento que pueda entrego mis gestiones” y, realmente, ese fue mi propósito.
Y en la inauguración de una escuela -que por cierto se llamaba “Salvador Allende”- convocó el Presidente a alguno de los oradores que supiera algo relacionado con Chile; yo me sabía la historia de Chile, la historia del arribo de Allende, pero, sobre todo, me sabía una buena parte de la producción de Pablo Neruda y los poemas de América, los poemas políticos de Pablo Neruda
En el grupo de oradores decidieron que hablara yo, y al termino de mi declamación y el “rollo” que dije, que fue la presentación de uno de los poemas de Pablo Neruda, me acerqué al Presidente y le dije: “¿Sabe usted por qué vine?
Porque la preparatoria de Huamantla… esto y lo otro… y necesito tratarle un asunto… y los campesinos de tal lado necesitamos ver a no sé quién.”
¿Cómo reaccionó?
Muy bien. Ahí me presentó al Secretario de Educación y al Subsecretario de Educación, y ya después organizamos las cosas para la escuela.
Beatriz, tú tuviste una trayectoria extraordinaria.
-Meteórica.
Meteórica. Exacto. Diputada local a los 21, diputada federal a los 27, gobernadora a los 33. ¿Tienes la sensación de que alguien te des-cubrió, quién te impulsó?
-Fui de esta nueva generación a la que le abrió las puertas el sistema político mexicano, después del conflicto del ’68.
Quienes hicieron el 68 son de alguna manera precursores de que se oxigenara el sistema político mexicano y que se tomara una decisión estratégica para incorporar a jóvenes, darles oportunidades y generar espacios mucho más plurales.
(Soy consecuencia) de esta confluencia, de este impulso generacional, de mi vínculo con movimientos sociales reales -no fantasías, no despegada de la problemática verdadera- y la concurrencia de la voluntad política de una organización.
La CNC (yo empecé a militar en la CNC muy joven) y de personalidades políticas como el gobernador Sánchez Piedras, el Presidente Echeverría y un conjunto de colaboradores de ambos.
El gobernador Sánchez Piedras me impulsó con una gran generosidad (como impulsó a una nueva generación de políticos en Tlaxcala).
¿Por qué el PRI?
Tú has declarado muchas veces que eres una mujer de izquierda, ¿por qué en esos momentos el PRI?
-Yo empecé mi militancia en la CNC, que no es lo mismo que empezar la militancia en el PRI.
La CNC es una organización de masas, no es un partido político, es una organización de clases vinculada al sector campesino, es una organización vinculada con la historia de la distribución agraria.
Eso quiere decir que es una organización vinculada con el capital y porque la organización campesina preponderante en la región en donde yo hice mi trabajo campesino inicial era la Confederación Nacional Campesina, entonces, fue en la práctica.
Algunos amigos míos militantes de organizaciones políticas de izquierda, o incluso ultras, todavía me reclaman esa decisión, creo que es una decisión que obedeció mucho a un contexto.
¿Fue una decisión?
Yo creo que fue una decisión. Quizá era demasiado joven para entender los alcances de la decisión, pero fue una decisión.
¿Te parecía de alguna manera que fuera del PRI era utopía o clandestinidad?
-No. Me parece que yo decidí ser reformista.
Que si tú decides ser revolucionaria optas por un camino distinto (no alcanzaría este programa para hacer un debate sobre las vías de cómo transformar la realidad) y si tú decides ser reformista optas por determinado camino.
“Yo decidí ser reformista.” Yo me formé como política local y tuve una inserción muy rápida en la política nacional.
Efectivamente, fui diputada local a los 21 años; la primera vez que fui diputada federal tenía 23 o 24.
Así como viví el proceso de apertura del régimen de Echeverría, le contesté un Informe al Presidente López Portillo.
Después, fui funcionaria en la administración del Presidente De la Madrid, mi cargo administrativo más importante inicial, me lo otorgó el Presidente De la Madrid.
Fui Subsecretaria de la Reforma Agraria, y después, fui funcionaria en la administración del Presidente Salinas; y fui funcionaria en la administración del Presidente Zedillo.
Me parece que más que ismos o vínculos con determinadas personas, yo guardo con toda una relación cordial, con algunos más cercana, con otros más distante, pero siempre una relación respetuosa, y si acepté colaborar con ellos.
De alguna manera comparto responsabilidades y también comparto aciertos y desaciertos, de alguna manera, evidentemente, en la pequeña tarea que yo viví.
Pero lo verdaderamente trascendente, es cuando tú dejas de ser un cuadro vinculado solamente a una persona o a una corriente y te vuelves un político profesional.
Lo importante es cómo te conviertes, por tu convicción, por tu estilo de trabajo o porque se asienta un modo del quehacer, en un político profesional o en una política profesional; que tienes aptitud para sustraerte de cambios circunstanciales y también consistencia como para -en un sistema político tan complejo como el sistema político mexicano- saber que lo que importa es tener una visión de Estado, una visión de sociedad, una visión de la historia y, en ese sentido, tus servicios profesionales pueden ser útiles.
Yo nunca he aspirado a ocupar una posición, no ha sido ese mi propósito en la política.
Me parece que los puestos son circunstanciales, son instrumentales, son un medio.
A lo que sí he aspirado es a interpretar correctamente las expectativas de la sociedad con la que me comprometo, eso sí, y a lograr que, si esta representación se da, si esta identidad se da, eso me lleve a tener una actitud consecuente.
Entrando a los obstáculos que enfrenta una mujer que se dedica a la política, ¿tú dónde crees que está el obstáculo mayor, en los hombres que nos impedirían acceder a mejores puestos y salarios, o más bien dentro de cada una de las mujeres y de la concepción que tiene de su propio rol?
-Ni en los hombres ni en las mujeres, en el sentido estricto, sino en la cultura machista que compartimos hombres y mujeres.
En un contexto que tiene un rol establecido para las mujeres, y si te sales de la partitura ya empiezas a ser una nota discordante, y esto de la cultura es un asunto introyectado en todos.
Me parece que hay que lograr primero la decisión íntima, una audacia, un arrojo, una certidumbre.
Hay que lograr que tu contexto inmediato lo comprenda, lo apoye, que tu familia no se convierta en un lastre, que tu pareja no te cuestione, toda esta historia de las limitaciones concretas de tu entorno inmediato, y, luego, tu espacio colectivo, y después, ya viene el problema de la verdadera disputa por el poder.
Las mujeres podemos figurar, participar, tener oportunidades, tener, incluso, palmaditas y porras, hasta que no entramos en la verdadera disputa, ya cuando entramos en la verdadera disputa por el poder empiezan otro tipo de obstáculos.
¿Cuándo fue que tú sentiste que habías entrado a esas “grandes ligas” en donde te dejaron sentir que los otros te estaban poniendo límites?
-Yo no sé si he entrado a las grandes ligas todavía y yo no sé si en esta etapa de la historia del país haya grandes ligas, que es lo más grave.
Pero, finalmente, lo verdaderamente importante lo siento en dos momentos:
El primer momento, muy claro, en donde hubo un argumento vinculado a mi condición femenina, fue cuando traté de ser dirigente de la CNC en Tlaxcala, cuando traté de ser secretaria general de la Liga de Comunidades Agrarias de Tlaxcala; el argumento central para decirme que no, es que yo era mujer y que los campesinos eran una cultura muy machista y que los campesinos no estaban en el momento para que los dirigiera una mujer, y una mujer tan joven.
Un segundo momento importante fue ya en otros niveles, cuando me nombraron por primera vez subsecretaria.
Hay un mundo en el ejercicio profesional -como seguramente en el ejercicio profesional periodístico y prácticamente en cualquier ejercicio profesional- hay un mundo masculino muy formado, muy hecho.
Los señores a veces se van a platicar a las cantinas, que son sitios de señores a los que una no tiene acceso.
Los señores tienen códigos, se portan de una manera cuando entra una secretaria guapa, y una como mujer se da cuenta de que hay un flujo de comunicación masculina, que es su mundo masculino.
¿Qué es lo que te sucede con estos espacios de mundo masculino de concertación? Porque no sólo son de plática, de diálogo, de descanso, sino que ahí platican cosas de la política, cosas de las decisiones, lo que pasa es que tú quedas excluida de esos espacios de concertación y quedas excluida de parte de la información.
Yo creo que hay una dinámica muy masculina, en donde las mujeres vamos entrando muy paulatinamente y que nos margina.
Hay como un cartabón de posiciones… yo he sido Subsecretaria de Gobernación varias veces, yo misma no me he planteado ser Secretaria de Gobernación, no me lo he planteado ni hipotéticamente.
¿Por qué?
-Porque me parece muy difícil que piensen en una mujer para ese puesto.
Si yo misma no me lo he planteado, y si mis amigos políticos -que tengo muchos- que saben de mis aptitudes, no se lo han planteado, yo casi te diría que la razón básica por la que nadie nos lo hemos planteado es porque soy mujer, independientemente de que, porque soy “rojilla”, de porque soy muy negociadora.
Beatriz, ¿tú crees que les da miedo que se feminice Gobernación?
-No. No creo que les dé miedo. No creo que sea un problema de temor.
Yo creo que es un problema de suponer que hay una serie de actividades para las cuales las mujeres somos menos aptas y hay una serie de actividades para las cuales las mujeres somos más aptas.
Una mujer en el poder
-A mí me parece que uno de los factores que influyeron para que yo fuera candidata a la gubernatura es que era mujer.
¿De qué forma?
-En el régimen del Presidente López Portillo se dio el hecho histórico de que hubiese una primera mujer gobernadora, la maestra Griselda Álvarez; en el horizonte político de las entidades federativas, cuadros femeninos formados y con posibilidades de gobernar, no había muchos.
Cuando yo hice ese análisis dije: “tengo un poquito de “chance”, tengo cierta posibilidad porque tengo trayectoria en Tlaxcala, conozco el estado, hay una serie de elementos y pertenezco a una corriente política en el Estado que tiene fuerza real.
Probablemente, si no hubiese habido esa percepción de que era pertinente que siguiera habiendo mujeres en las gubernaturas yo no hubiera sido gobernadora tan joven, no te digo que no lo hubiera llegado a ser, pero no lo hubiera sido en ese momento.
En ese momento confluyó la visión de que era conveniente que hubiera otra mujer gobernadora, que no dejara de haber mujeres en un gobierno estatal, el hecho de que Tlaxcala es una entidad federativa que se suponía que yo podía gobernar. Como dice Ortega y Gasset: “la mujer y su circunstancia”, en este caso.
Beatriz, ¿por qué te vas de la gubernatura a Gobernación, por qué la dejas antes de terminar?
-Yo salí del gobierno de Tlaxcala después de cinco años y dos meses -algo así-, mi mandato era por seis años.
Yo antes había recibido algunas invitaciones del Gobierno Federal para incorporarme a tareas de carácter federal, las había rechazado porque me parecía que tenía un compromiso con mi electorado, que apenas estaba arrancando mi gobierno y que había que cumplir con un programa y con un diseño.
Yo tuve la percepción de que el quinto año de gobierno iba a ser un año en donde el proceso electoral y los candidatos de diversos partidos necesitaban un espacio para desplegarse, y yo era una gobernadora (según dicen las crónicas de la política en Tlaxcala -yo no lo comparto-), pero dicen que estaba metida en todo, que tenía influencia en todo -no es mi percepción, eso dice la gente, yo no me viví así-, coincidieron un conjunto de factores, el que yo tuve la percepción de que para la política local era más útil, que mi manera de llenar los espacios no interfiriera en los procesos inmediatos y el hecho de que me invitaron primero al PRI.
Yo me vine de Secretaria General del PRI cuando Luis Donaldo dejó el PRI. Yo tenía una relación cercana con Luis Donaldo y para Luis Donaldo era importante cómo iba a ser su sucesión en el PRI por el proceso de cambio que había en el partido y nos venimos al PRI dos gobernadores, Genaro Borrego y yo, y a mí me tocó un poco armar el arribo del nuevo presidente del PRI.
Se dice mucho que lo opacabas. prácticamente. ¿no?
-No es verdad.
Te quiero decir que el otro día, en torno a esto, le decía yo a alguien que la única manera que tiene la crítica para decir que no opaco a mis jefes es porque me peleé con ellos, eso es falso, lo que pasa es que cada personaje, cada protagonista, cada persona tiene su personalidad.
Yo soy una buena subordinada, pero finalmente, me parece que tengo un estilo demasiado definitivo, quizá.
Cuando María de los Ángeles Moreno era líder del PRI nacional, se hablaba de ti para el liderazgo, justamente de la Confederación Nacional Campesina, y María de los Ángeles nos comentaba que había resistencias de que dos mujeres, y al mismo tiempo, ocuparan posiciones de esta envergadura.
-Quizá haya un mejor ejemplo.
Pregúntenle, platiquen en algún momento con la profesora Griselda Álvarez; probablemente ella hubiera podido tener una mujer como sucesora, había una política relevante, importante, con prestigio, con presencia, pero ¿cómo?, ¿después de una mujer gobernadora, otra mujer gobernadora? Me parece que en el tema de la cantidad todavía somos un poco mezquinos como sociedad.
Hablando de las cuotas, el porcentaje hoy es de 30. Hay muchas mujeres, incluso, que dicen que es demasiado, que no lo pueden llenar, que no hay suficientes mujeres competentes, ¿Tú que dices?
-Yo creo que uno es competente o incompetente en función de las oportunidades que tengas, que en la medida en que utilices el argumento de la incompetencia para no darle oportunidad a las mujeres, lo único que reproduces es el círculo vicioso.
En la administración pública y en el quehacer político la experiencia es muy importante, y sólo se adquiere experiencia ejerciéndola.
Me parece que es mucho más saludable el riesgo de ir formando a las personas, e ir equivocándote, e ir generando oportunidades de aprendizaje, que la hipótesis de que como no están preparadas no des oportunidades.
¿Qué te parecería el 50%?
-Yo veo las cuotas como un tema de transición, no como una meta. En ese sentido, me parece que la cuota de 30, 35, como un punto de apoyo, para que después puedas competir, me parece pertinente; ya si hablamos de 50, hablaríamos más bien de una distribución en función de la proporción de la sociedad. No estaría segura.
¿Las mujeres son las peores enemigas de las mujeres?
-Yo diría que las mujeres manipuladas por intereses masculinos, o las mujeres en una actitud de competencia y envidia, sí.
Podemos ser verdaderamente devastadoras, pero es lógico, nuestra formación infantil y nuestra cultura está hecha así.
Nosotras aprendemos a competir con las niñas y los niños aprenden a jugar en equipo.
Nosotras tenemos que competir con nuestras hermanitas y con nuestros hermanitos, y tenemos que competir, sobre todo, con otras niñas.
Cuando nos empiezan a gustar los niños, ahí está el asunto, tú para conquistar a un niño, o a un jovencito, o a un adolescente necesitas que no haya otras niñas a tu alrededor o que las otras niñas se tropiecen o que vayan muy mal arregladitas.
Tu cultura de competencia con tu propio género es muy intrínseca, está muy vinculada a la formación de este tipo de sociedad, es un asunto que hay que superar.
Creo que uno de los problemas que tenemos las mujeres políticas es que cuando tratas de promover programas junto con mujeres y con otros colegas, a veces hay un proceso de desgaste muy alto, entonces dices, ah caray, otra reunión en donde va a haber un desgaste enorme, van a decir que por qué las regaño, y esto, y lo otro. Este desgaste te va desalentando.
Qué, ¿es muy conflictivo?
-Extraordinariamente.
¿A qué lo atribuyes?
-A esta falta de formación para trabajar en equipo y a un hecho muy importante, que yo no sé si sólo nos pase a las políticas, yo creo que nos pasa en general a las mujeres.
A las mujeres nos cuesta mucho trabajo reconocer atributos en otra, nos cuesta mucho trabajo formarnos detrás de otra, nos cuesta mucho trabajo reconocer: ella es mejor que yo en esto o en esto, y a mí me gustaría ser su subordinada. Ese formarnos en orden decreciente nos cuesta mucho trabajo.
O sea, que las mujeres muchas veces prefieren tener esa relación hacia un hombre.
No sé si lo prefieran, pero les es más fácil aceptar atributos y talentos masculinos que entre las mujeres.
¿A qué le tienen miedo las mujeres, en general?
-Le tienen mucho miedo a la crítica sobre su estatus. Y éste es un asunto de generaciones.
En términos de estatus, todo este asunto de resolver tu vida personal de manera convencional, es un asunto muy importante para las mujeres.
En términos generacionales (me parece que las nuevas generaciones ya no tanto, espero que ya no tanto), pero poner en la balanza tu desarrollo profesional o un matrimonio estable, es un equilibrio que fue muy difícil para las mujeres precursoras.
El peso de vivir la vida como socialmente era aceptable, en términos convencionales, ha sido un asunto muy limitativo para las mujeres.
Por lo que dices, parecería que decidir ser política implica tomar esta decisión, lo uno o lo otro.
No. Simplemente te dificulta la construcción de una familia estable tradicional.
Primero, porque la actividad es muy absorbente.
Segundo, porque tu compañero tiene que ser una persona absolutamente segura de sí misma.
Que no se preocupe si tú eres famosa.
Que no le dé pena que ganes más que él, etcétera, y este tipo de personajes masculinos no se ha dado muchas veces, hasta esta época.
¿Tú cómo lo resolviste?
Yo lo resolví por una vida no convencional.
¿Tú crees que las mujeres ejercen el poder de manera distinta?
-Yo creo, que las mujeres podríamos ejercer el poder de manera distinta.
Que, hasta la historia actual, hay muy pocas mujeres que han ejercido el poder, poquísimas.
Y muy pocas mujeres que no han llegado por la vía de una dinastía (por ser hijas, por ser esposas, por ser viudas), sino por méritos propios, y me parece que hay un conjunto de temas que tienen un interés más acentuado en las mujeres, que necesitamos que sean temas que también les interesen mucho a los hombres.
Yo creo que podría cambiar la vida de las mujeres cuando muchos puestos estuvieran ocupados por mujeres, y muchos puestos ocupados por hombres, pero que hubiera un pensamiento feminista y un compromiso con las mujeres por parte de las mujeres y por parte de los hombres.
Me parece que para que realmente cambie la vida de las mujeres, se necesita una masa crítica en la sociedad, que (hasta hoy) no es suficiente.
En el fondo, lo que quiero decir es que el poder no es suficiente, es una parte, pero no es suficiente, y no estoy segura siquiera de que sea la parte más importante, es una parte, sí, esencial, pero si en la sociedad no hay un proceso de transformación cualitativa, si no hay una masa crítica, si no hay una interacción democrática entre las personalidades del poder y la sociedad y los personajes de la sociedad, no hay transformación posible.
¿El poder transforma a las mujeres?
-En el caso de mi experiencia como gobernadora de Tlaxcala, el tema de que yo sea mujer se volvió un asunto secundario, no era un tema relevante.
“Yo era la gobernadora. Punto.”
Pero lo que sí es verdad es que las mujeres, en un mundo masculino, adquirimos ciertas actitudes reflejas, en donde acentuamos un comportamiento que puede ser “de ejercicio de autoridad rígida”, nos volvemos muy rígidas, muy solemnes, siempre estamos preocupadas.
Por ejemplo, de que si vamos vestidas de rojo nos digan un dicho muy grosero, o si nos ponemos una faldita muy corta… entonces nos volvemos rígidas, solemnes, es muy difícil mantener grados de naturalidad.
¿Tú sientes que eso te ha hecho la política, lo has sentido en ti misma?
-Sin duda. Toda la etapa del inicio de actividades políticas públicas yo me vestía de pantalones jeans y de blusitas mexicanas, de camisas hindúes, y yo no entendía por qué como dos meses, las columnas periodísticas se dedicaron a criticar mi manera de vestir. Yo no entendía que realmente estaba fuera de foco. Llegaba a extremos.
¿Cómo, por ejemplo?
-El día que iba a contestar el informe, me mandó llamar el Secretario de la Gran Comisión, al que yo quería y quiero mucho (ya falleció) don Juan Sabines, y me dijo:
“no vayas a venir de pantalones porque esta es una ceremonia formal”.
Los primeros años del gobierno de Tlaxcala muchas veces me vestí de traje sastre, de falda y saco, cuando yo me visto de otra manera.
Ahora, yo debo reconocer que soy muy excéntrica para vestirme. Tampoco ese es un asunto generalizable; pero sí hay una pérdida de espontaneidad y de naturalidad y una actitud refleja de ejercicio de autoridad con estereotipos masculinizados.
El poder vuelve a los hombres atractivos, es clarísimo, estos hombres que de repente tienen puestos importantes y que se vuelven más atractivos para las mujeres. ¿A las mujeres también les ocurre eso?
-Yo creo que la relación del conglomerado social femenino con la figura masculina es una relación de subyugación, en esa medida, los hombres poderosos revitalizan el rol de subyugantes, y entonces la posibilidad de que adquieran algún magnetismo adicional puede que esté en juego. No sé si pasa lo mismo con las mujeres.
Las mujeres no tenemos con los hombres una relación de subyugación; en general, muchas de las mujeres que son más atractivas para los hombres tienen un juego de seducción subordinada, no de seducción dominante.
No estaría segura de sí las mujeres se vuelvan más atractivas para los hombres, como sucede con los hombres para las mujeres.
Definiendo a Beatriz
-Yo te diría que en términos políticos he alcanzado las metas que racionalmente un cuadro político con mis características se puede plantear. Yo no sé si he tenido éxito.
Yo trabajo en el quehacer político para que las cosas se transformen, algunas de las transformaciones que ha habido en el país no van en el camino que yo hubiera deseado. Me falta.
De las grandes causas por las que me empeñé el tema de los jornaleros agrícolas sigue siendo un tema en donde la legislación es obsoleta, en donde la gente sigue estando absolutamente desprotegida, en donde tenemos enormes problemas.
Creo que el diseño del desarrollo nacional necesita un replanteamiento. Si tú me dijeras si en términos históricos yo creo que he tenido éxito, tendría mis dudas.
Me parece que muchas de las cuestiones esenciales por las que los utopistas que creíamos en el triunfo de la sociedad y no en el triunfo del capital, fueron ya descartadas de la agenda de la historia. Tenemos que repensar el mundo.
Creo que estamos en un parteaguas, en un momento que puede ser definitorio entre una sociedad que tenga una élite con acceso prácticamente a todos los satisfactores y grandes masas en medio de desesperación, de confusión, porque la miseria deteriora, la depauperización castiga y te daña internamente, yo te diría que me parece que todavía la batalla es muy larga.
¿Tú crees que has ejercido de manera distinta el poder?
-Lamentablemente, me parece que fui Gobernadora demasiado joven.
Yo tengo una visión muy crítica de mi ejercicio de gobierno.
Realmente estoy convencida de que si hubiese tenido más experiencia hubiera puesto un mayor acento en actividades que descuidé.
Creo que el balance en general no es negativo, pero me faltó mucho por hacer, sobre todo hay un hecho importante: el poder no es un asunto individual, no puede transformar la realidad una sola persona, por brillante, por representativa o por limitada que sea; para transformar a la sociedad, para poder incidir en la historia, se necesita un equipo, un grupo, una generación, se requiere de un proceso con un grado de continuidad.
En ese sentido, me parece que pude avanzar en algunas cosas, que sí hicimos cosas distintas, algunas por ser mujer, algunas por el espectro ideológico en el que me coloco, algunas por mi tipo de experiencia.
Por ejemplo, hicimos una muy buena política cultural -hicimos cosas interesantes-, una buena política educativa, buenas cosas con los niños, pero en mi materia -en la que se supone que soy conocedora y experta- fui un verdadero fiasco.
En materia agropecuaria, yo todavía digo: “Caray, que manera de ser ineficiente.”
De mi aprendizaje estuvo que es sustantivo que haya un equipo de cuadros preparados y con la misma visión para impulsar una transformación verdadera.
¿Cuál sería tu placer de estar en la política?
-La política, para mí, no es un placer, es un oficio, es mi profesión.
¿No es una pasión?
-Mi pasión es la gente, es la sociedad.
En la medida en que la política me sea útil para estar cerca de la gente, vinculándome con sus intereses, caminando junto a ellos para alcanzar cosas y transformar la realidad, en esa medida la política me resulta un oficio, fundamental, pero, sin duda, no es uno de mis placeres.
¿Tú recuerdas un momento de inmensa satisfacción, en el cual tú dijiste un poco, “por esto todo ha valido la pena”?
-Yo creo que las cosas siempre valen la pena.
Te voy a contar un momento de intensa satisfacción muy raro. Trabajaba alfabetizando campesinas adultas en unos pueblitos de Tlaxcala y el día que una viejita, que se llamaba Doña Hortensia leyó su frase completa -me había dicho hacía como dos meses, que para qué tenía que aprender, que ya era muy viejita, que ya no le servía- se vestía como se visten las campesinas tlaxcaltecas del sur, traía una blusita rosa mexicano, y leyó su frase completa. Ese día fue muy importante para mí. Pero como ese día, hay un millón de días que no me perdono cosas que no hice.
Me acuerdo de otra viejita en un acto de mujeres campesinas, que hicimos en Guanajuato, que trató de alcanzarnos en el autobús y no nos alcanzó, y el rostro de esa viejita y la desesperación por alcanzarnos para tratarnos algo, no me lo puedo borrar. Yo tengo más deudas con la sociedad, que motivos de autosatisfacción; la gente de muchas zonas colocó demasiadas expectativas y me parece que mi capacidad de ser consecuente, desde mi punto de vista, ha sido insuficiente.
Qué juicio tan severo. Beatriz, ¿cómo describirías a la mujer Beatriz Paredes?
-Polifónica. Me parece que por la infancia que tuve, por la adolescencia que tuve, por las experiencias múltiples que la vida me ha regalado, por el destino y la suerte, he tenido oportunidad de tallar distintas facetas de piedra que soy, como que tengo posibilidad de navegar en mares diversos.