La esencial Beatriz Paredes

La esencial Beatriz Paredes

Entrevista publicada en Revista Milenio, el 11 de septiembre de 2000.

Niña lectora, deportista ganadora, guitarrista y compositora, la ex gobernadora, ex subsecretaria de Estado y ex secretaria de la CNC, revela sus dolores ante la enfermedad de su padre y la muerte de Luis Donaldo Colosio, pero asegura que la felicidad “es un líquido precioso que refresca profundamente”.

Beatriz Paredes está vestida toda de blanco, el mismo color que las paredes de su oficina (del Senado de la República) en la Torre Caballito.

Atardece y la luz de la habitación da un ligero tono naranja en todo el albo ambiente que se remata con muebles de clara madera.

Huele a nuevo. Todo está en orden y sólo hay algunos adornos. Un pequeño reloj dorado con el que, al recordar a Luis Donaldo Colosio, jugueteará… quizá como distractor para evitar las lágrimas.

Un cuadro multicolor como su natal Tlaxcala, junto a ella una caja de pañuelos de papel, porque tiene un poco de gripe.

La coordinadora de la bancada priísta en la Cámara de Diputados puede no ser la mujer dura que parece. De hecho, tiene una bonita sonrisa.

Una mujer de largos silencios y reflexiones, quizá producto de su afición a la poesía, a buscar la frase precisa.

Beatriz Paredes piensa un poco antes de evocar su primer recuerdo.

Una vez en preescolar, que dibujábamos, hice un barquito en el mar y fue uno de los dibujos que seleccionaron los maestros.

¿Y cómo era usted de niña?

-Traviesa. Era buena alumna, casi siempre sacaba buenas calificaciones.

¿Ha seguido siendo traviesa?

-No. Tuve una infancia y adolescencia poco convencionales. Mis papás estaban separados y me tocaba vivir un año con mi mamá y un año con mi papá; un año en el Distrito Federal y otro en Tlaxcala; un año en el mundo rural y otro en el urbano; un año en una escuela y otro en otra.

Desarrollé una gran capacidad de adaptación, pero también espíritu de responsabilidad, porque tenía que ser una buena estudiante ante cualquier escenario…

Fui una niña que leía mucho, mucho, mucho…

¿Y qué leía?

Todo lo que tenía en mis manos. Desde libros propiamente infantiles como Tom Sawyer, La cabaña del tío Tom, hasta libros adolescentes como D’Artagnan y todas esas historias. También las novelas de mi mamá (que poseía).

Tengo un hermano de parte de madre, mayor que yo, que tenía una maravillosa colección de libros -los describe como saboreándolos, como si se tratara de comida. Eran unos libros chiquitos, como ochenta, forrados en piel roja, impresos en papel cebolla. Eran una maravilla, los disfrutabas…

Luego toda la secundaria me tocó vivir con mi papá. Ya leía novelas de adulto, leí, leí.

Era una niña un poco excéntrica. Aprendí a jugar ajedrez en tercero de primaria (y me la pasé jugando) hasta la prepa. Hubiera sido una buena ajedrecista. Jugaba mucho.

Al tiempo que futbol, Básquetbol, mucho voleibol, Fui la capitana en la primaria y secundaria. Hacía carreras. Era deportista.

Siempre pensé que había sido hija única.

-Soy hija única de la unión de mi papá y de mi mamá.

Pero tuvo hermanos con los que convivió.

-Tengo dos hermanos. Uno de parte de mi mamá con el que conviví por temporadas y somos muy amigos. Es cineasta. Tengo otro de parte de mi papá, que es capitán de barco.

¿Y qué más le enseñó ser una niña que vivía alternativamente con su papá y mamá, entre el medio rural y urbano?

-Me tocó vivir con mi papá la última época de su vida. Pude haber sido su nieta, más que su hija. Era un hombre mayor, que había sido marinero. Una historia de vida muy interesante que me gustaría escribir.

De ser una persona políticamente importante, regresó a ser campesino, ¿no?

-Sí. Y de indio tlaxcalteca fue marinero, que es rarísimo. Compartí con él un trato de igualdad muy singular. Vivíamos solos. Un día me tocaba hacer de desayunar a mí y otro día a él…

¿Fue usted una niña apapachada?

-Mis papás eran cariñosos. Y yo soy muy cariñosa. No parezco, por cierto, pero lo soy…

La solemnidad del quehacer político y la responsabilidad pública han sido un poco en detrimento de la espontaneidad.

¿Le gusta la música?

-Sí, me encanta.

¿Toca algo?

-Toco guitarra. Por ahí dicen las malas lenguas que compongo.

¿Y canta?

-Medio canto. En Tlaxcala, cuando estudiante de prepa, gané un concurso estatal de composición. En esa época estaba segura de que iba a estudiar música.

¿Qué más no parece que realmente es?

-Mire… yo parezco una gente dura, fuerte… sólida, inquebrantable.

No preveo el comportamiento que deba tener… Diría que, en lo privado, en lo íntimo soy poco rígida, abierta.

¿Qué vulnera a la Beatriz mujer?

-Me indigna la gente paupérrima que no tiene esperanzas, a mí me da… me conmueve la pobreza. No deja de golpearme. Me duelen las viejitas, ¡caray! Las que están a las once de la noche en un crucero pidiendo limosna. Somos una sociedad que necesita corregir cuestiones esenciales.

Pero además de esto, ¿qué le importa a usted?

-He tenido una vida, en comparación con otras personas, difícil en lo personal y exitosa en lo profesional. Cuando uno tiene una vida así, aprende a doblegarse por cuestiones dolorosas.

Tengo una mamá a la que admiro mucho. A los 50 años tuvo un accidente cerebral vascular y me tocó verla un año como vegetal.

Bueno… esos son problemas de a de veras.

La acompañé en su proceso de recuperación.

Cuando abrió los ojos y no nos reconocía, ver cómo su mente volvió a encontrarse con el mundo, cuando volvió a aprender a hablar.

¿No se cansa de ser la fuerte a veces?

– ¡Es que no soy la fuerte! ¿Eh? No, no… lloro como Magdalena en el cine, con mis amigas o amigos… No, no, ¡para nada!

Es que a veces uno tiene que ser fuerte.

Por razones circunstanciales también me tocó ser la responsable de mi papá, cuando ya estaba muy enfermo.

Negociar con su esposa e hijo mayor… tomar decisiones drásticas sobre su tratamiento y preguntarle a mi papá que apenas me escuchaba…

Me tocó acompañarlo en el trayecto del hospital de Puebla a nuestra casa de Tizatlán, en la ambulancia.

Alcanzar a acostarlo en su cama, que es lo que esperaba para que en ese momento se muriera. En fin. No es que una se haga la fuerte. Hay condiciones de vida y destino que le van templando el carácter, ¿no?

¿Qué fue lo primero que le templó el carácter?

-Siempre pensé que debería de trabajar.

Aunque tenía el apoyo de mi papá o mamá. Empecé a trabajar por gusto -y sin avisarle a mi papá, porque no me hubiera dejado-, en la secundaria.

¿Cree en Dios? ¿Cuál es su concepto de la divinidad?

-Tlaxcala es un pueblo muy, muy religioso. Me formé en Huamantla donde la procesión para la Virgen de la Caridad es parte de la cultura popular… pero soy una gente que tiene separado el sentido de lo divino, de las creencias. Para mí es un asunto íntimo, no público.

¿Pero cree en algo?

-En la gente. En el valor de la fe. En los principios básicos y constructivos del cristianismo.

Soy una gente con capacidad para creer, pues.

Empezó su carrera muy joven. Si fuera joven en estos tiempos, ¿elegiría al PRI para militar en él?

-Si yo fuera joven en estos tiempos y me dedicara a la lucha rural, a la cuestión campesina, elegiría la Confederación Nacional Campesina. En estos tiempos aún.

Yo empecé a militar ahí y fue así como me acerqué a la organización juvenil del PRI. Y no es una sutileza. Son estilos de trabajo y objetivos distintos.

Lo decía porque usted en muchas ocasiones ha dicho que se considera una mujer de izquierda.

Así me considero.

¿Hay un espacio para una izquierda en el PRI de hoy?

-Hoy más que nunca.

La muerte de Colosio, su asesinato. ¿Qué es lo primero que le viene a la cabeza?

[Beatriz Paredes guarda silencio. Su mirada entonces se clava en el pequeño reloj dorado que está sobre la mesa, al cual le da vueltas. Son segundos callados en los que parece debatirse internamente con las lágrimas que asoman a sus ojos.] Al fin susurra:

-No me viene a la cabeza. Me viene al corazón.

¿Qué le viene al corazón?

Tristeza. Mucha tristeza…

¿Qué recuerda de él cuando lo piensa?

Mmm… recuerdo a un norteño, a un hombre franco, introvertido, directo, constructivo. A un hombre bueno.

Si tuviera que elegir una imagen de él, ¿cuál sería?

-Un día que estábamos platicando sobre un cuadrito que tenía en su oficina: El juramento yaqui. Un juramento para los gobernantes que dice: “Para ti no habrá sol, no habrá viento, frío… para ti lo único que habrá es el cumplimiento del deber.” Algo así.

¿Qué sintió cuando recibió la noticia? ¿Cuál fue el primer sentimiento? ¿Si ahora es tristeza, entonces qué fue?

-Me parece que… no encuentro la palabra precisa… y mire que suelo encontrarlas… No es desolación, pero se parece… era como…

¿Desamparo?

– No.

¿Orfandad?

-No. En mi caso no fue esa la sensación.

Sino, ¡qué coraje!, ¡qué injusto!, ¡qué mal!… ¡impotencia! Esa es la palabra. iChin! ¡No estuve ahí! Después, tristeza, mucha tristeza.

[Interrumpe la conversación. Desde que empezamos a abordar el tema le pidió a Isabel Morales que fuera a buscar un poema que escribió cuando su muerte. En ese momento llega]. Y dice:

-Creo que eso explica mejor lo sentido.

Una pequeña parte:

Yo no sé si la sangre es útil, Donaldo es inútil para los justos para los que no saben afilar las garras de lobo, para los que no saben aletear como los buitres, yo no sé si la sangre, como creen los idealistas, irriga la tierra sedienta para que crezcan, perfectos y dorados, los naranjos.

Cuénteme un momento verdaderamente feliz.

[Paredes ríe aliviada. Y repite, todavía en otro lado]:

-Un momento feliz

Su momento más feliz del día, ¿cuál es?

– ¡Ahh! Cuando escojo mis compactos y me pongo a escuchar a María Betania, a Albita. Una de las cosas que me permite conservar el humor constructivo es que buena parte del tiempo que voy en el coche escucho música.

¿No escucha noticias?

-Sí, pero también música. Es parte de mi obligación interesarme por la realidad nacional. Sino, luego llego y me preguntan:

“¿Y qué opinas de…?” Si les digo que no me enteré, ¡ya mero me matan!

Hace poco me puse muy contenta porque el gobierno brasileño me dio una condecoración.

Tengo muchos vínculos de identidad con los brasileños, he tenido momentos felices como todos… fáciles, difíciles, alegres.

Creo que la felicidad es, como dicen del agua los campesinos: “un líquido precioso”, siempre fugaz, pero que refresca profundamente, ¿no?

Si tuviera que hacer un balance en pocas palabras de su vida hasta hoy, ¿qué diría?

-Que he vivido intensamente. Que he apreciado cada momento y etapa. Disfruto lo alegre, lo colorido, lo luminoso… pero también sé vivir intensamente lo doloroso.

No soy una gente de medianías. He tenido la oportunidad de conocer gente maravillosa y de estar en momentos cruciales de la vida del país, de mi región; de asomarme a momentos importantes de la vida de América Latina.

Me siento articulada, atenta al palpitar del mundo con los ojos abiertos.

Las personas que tenemos la suerte de tener un espíritu emprendedor vivimos la vida intentando o luchando.

Creo que en la vida hay gente que se puede considerar triunfadora; otra, derrotada.

Hay otros que nos consideramos combatientes, que estamos en lucha permanente. Los combatientes nunca estamos satisfechos.